lunes, 26 de octubre de 2009

¿Publicidad? No, ya, no más publicidad

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La publicidad, un amo implacable de nuestros deseos. Somos literalmente esclavos, por más que nos duela, y nuestro camino hacia la redención no comenzará hasta que tomemos completa consciencia de ello. 


No es vacío, ni una metáfora, el que insistamos con que estamos esclavizados por un sistema que nos controla primeramente por medio de generar patrones de pensamientos manipulando nuestros gustos. 

Vamos a hacer hincapié en el poder de la publicidad, y para ello no andemos con preámbulos ni paños tibios: 

La publicidad es tal vez el medio primordial mediante el cual las enfermedades del mundo (el materialismo, la falsa belleza, la seducción maquinal, la explotación, la salud distorsionada, y un largo etc) se transmiten a la población.

Recibimos por lo menos 2,000 mensaje publicitarios por día (sin contar aquellos más sutiles que se cuelan en conversaciones, cosas que oimos al pasar, etc) por medio de los medios convencionales como la TV, las revistas e internet, a la vez que por medios menos convencionales como el BTL (publicidad oculta), que hace maravillas para las marcas, pues nadie se percata de la finalidad promocional de los mensajes. 

Cada uno de estos mensajes de intención esclavizante y limitante, está compuesto por una infinidad de valores y principios, todos ellos falsos, Fabricados, diseñados fríamente para controlar  

Por si no está claro aún, estamos hablando de PODER. Quien vive la publicidad como parte del mundo natural, y es completamente permeable a ella a la vez que le presta sus sentidos y pensamiento, está en el punto más lejano posible de ser poderoso.


Una persona que está en el sendero del maestro NO consume publicidad — si bien es virtualmente imposible vivir en el mundo actual sin permear algo del mensaje publicitario, el discípulo ya no digamos el maestro, evita consciente y disciplinadamente gastar siquiera un segundo de su precioso tiempo mirando un cartel en la calle, o interesándose por el aviso de un nuevo producto  

No presta sus oídos a conversaciones cómplices de la publicidad, y busca de modo activo evitar que la publicidad oculta le penetre por medio del inconsciente. Para ello, debe dudar conscientemente de los modelos de confort, belleza y bienestar que la sociedad dominante, impositiva y hegemónica propone.

Empieza a liberarte en vistas a la proximidad del 2012, el año en que muchas cosas tomaran su curso definitivo, hazlo sacando de tu vida el cáncer del apego a las marcas, el lujo, modas y patrones de consumo que pondera la publicidad; simplemente arráncala de raíz y no te tientes a dejarla entrar. Es el primero de muchos pasos hacia una vida de libertad, de la realidad sin el filtro de nadie. 


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Tomado de Secretia

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domingo, 25 de octubre de 2009

El Duende y el mago

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Cuento sobre el Duende y el Mago


Esta historia ocurrió hace mucho tiempo. Había un balde de color azul que estaba lleno de luz blanca hasta los bordes. Cada día ocurría el mismo milagro y el balde se llenaba con la luz.



En este balde azul vivía un pequeño duende. Sí, sí. La luz le regalo al duende una bicicleta, un helado, un televisor, una pelota para jugar fútbol y muchas otras cosas, todo lo que el duende quería. El duende era muy feliz.

Un día, cuando el balde nuevamente se llenó de luz y de regalos, el duende se puso muy nervioso y comenzó a pensar. “¿Soy yo quién hace todo eso? ¿Tal vez hay alguien quien me regala esta luz?”.

El duende miró hacia arriba y sonrió. Él vio que un gran mago lo estaba mirando desde arriba. El mago amaba mucho al duende y hacía todo para hacerlo feliz.

El duende entendió eso y comenzó a sentirse avergonzado porque él no tenía nada para regalarle al mago…

Al día siguiente, cuando el balde se llenó de luz nuevamente, el duende pensó: “Ya no quiero ser más un duende que sólo recibe los regalos. Quiero ser como el gran mago para otorgar a otros la felicidad y la luz”.

El duende miró al mago y le dijo: “¡Gran Mago! No me entregues nada más. Me gustaría ser como tú. Me gustaría sólo entregar y no recibir. Lamentablemente, no tengo nada para entregarte. La única cosa que puedo hacer para ser semejante a ti es no recibir nada”.

Al día siguiente, el balde no tenía luz y estaba totalmente oscuro. El duende se sintió vacío. También, sintió que el mago estaba triste. Entonces, el duende nuevamente le habló al mago: “¡Gran Mago! Me gustaría ser como tú y dar regalos. Todo lo que he recibido es tuyo, por eso me sentí avergonzado. Pero ahora, veo que estás triste. Tal vez, podré otorgarte la felicidad al recibir regalos de ti. Ahora entiendo que darme regalos te hace feliz. De esta manera, podemos ser felices juntos”.

El mago nuevamente comenzó a llenar el balde con la luz. Esta vez, el duende no la recibía para sí mismo. Esta vez, el duende recibió la luz para hacer feliz al mago. En todo lo que el duende recibía, él quería entregar la felicidad al mago. Por ejemplo, cuando el duende recibía un chocolate y comía un pedazo, él miraba si eso hace feliz al mago. Cuando el duende veía que el mago estaba encantado al darle regalos, él seguía comiendo el chocolate.

Así, el mago seguía llenando el balde con la luz cada día más y más. El duende creció y se parecía más al mago. Ahora el duende podía disfrutar más para otorgar más placer al mago. Por ejemplo, en vez de la bicicleta y la muñeca, el duende recibió un auto y una novia.

Desde estos tiempos y hasta el día de hoy, el balde azul está siempre lleno de luz. El duende y el mago viven en paz y armonía porque cada uno vive para hacer feliz al otro.

El duende, cada vez que recibe un regalo y se alegra por eso, otorga felicidad al mago.


Autor: Meira Leví

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lunes, 12 de octubre de 2009

Homenaje al Ché Guevara el guerrillero eterno

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He querido de nuevo rendir homenaje al guerrillero eterno, el doctor Ernesto Guevara conocido como el Comandante "Ché Guevara", para ello me he valido de un excelente artículo publicado en "Salvatruchario" que comenta sobre la película titulada "Ché el argentino" pero que para fines practicos cumple con el mismo fin


Para muchas personas, sobre todo para los menores de 30 años, Ernesto “Ché” Guevara es una silueta que suele aparecer en camisetas y posters, una figura más del mundo pop que junto con la Coca Cola, Marilyn Monroe, McDonalds y las Sopas Campbell hechas famosas por Andy Warhol, es parte de los íconos culturales de nuestro tiempo.

Los más informados podrán vagamente “saber” que el Ché era amigo de Fidel Castro y que algo tuvo que ver con la revolución cubana. Pero seguramente no saben que detrás de la imagen de las camisetas, está un médico argentino que escribió una obra ensayística de carácter político, y hasta algunos poemas, y sobre todo, el constructor de las bases ideológicas de la guerrilla cubana, que sirviera de modelo e influencia para la construcción de las posteriores guerrillas latinoamericanas en los años 70, y cuyos preceptos y nociones fueron puestos (o intentados poner en práctica), durante las guerras de los 80, particularmente en Centro América.



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Intentar hablar del Ché no es cosa fácil. Hay mucho mito, mucha politización de la figura y finalmente, en algún lugar oculto, la verdad sobre la persona. Por lo tanto, probar una biografía es una empresa compleja, que necesita definir exactamente cuál de todos los hilos y versiones va a seguirse para esbozar parte de su retrato. Un retrato que, me parece, siempre quedará incompleto y siempre contará con el acercamiento subjetivo de quien lo emprenda. Porque el Ché ha trascendido la persona, la realidad, y en ese mundo alado del mito, se le ama, se le aborrece, se le mistifica, se le distorsiona, se le manipula.

Steven Soderbergh, en complicidad con el actor Benicio del Toro, han intentado hacerlo a través de dos películas, la primera de las cuales está exhibiéndose en Costa Rica (la segunda parte a estrenarse dentro de 2 semanas).

En la primera parte, Ché el argentino, la acción se concentra en la campaña guerrillera en la Sierra Maestra de Cuba con el arribo final a La Habana, luego de que Fulgencio Batista abandonara la isla. Las escenas de la guerrilla van alternadas con las primeas conversaciones entre Fidel y Raúl Castro con el Ché en México, cuando deciden viajar a Cuba y la visita posterior del Ché, en 1964, a las Naciones Unidas, para dar su muy famoso discurso. Estas escenas de Nueva York están en un blanco y negro granulado, que le da un aire de documental a esta parte.

Como película, me parece que Soderbergh ha creado un material balanceado y ágil (en lo personal, no hubiera tenido ningún impedimento en ver las dos partes, una detrás de la otra, así de buena es la tensión narrativa creada). Las escenas, salpicadas por una excelente fotografía, cuentan además con la caracterización de Benicio del Toro, como el Ché, una actuación que se roba la pantalla y que causa absoluta fascinación. No sé qué impresión puedan tener los que conocieron al Ché personalmente, pero el parecido físico y lo que uno ha visto del guerrillero en fotos o cortos videos, comparados con la actuación de del Toro causan mucho asombro.

En cuanto al contenido de la película, mencionaba que me parecía un material balanceado. Habría que agregar también que es sobrio. No se trata de contar toda la vida del personaje, por qué o de dónde le nació la conciencia revolucionaria ni de escarbar en posibles rumores de toda índole. Tampoco se trata de polemizar sobre el actual estado de cosas en la isla.

A diferencia de Diarios de motocicleta, que sí me parece intentó presentar una imagen romanticona del jovencito argentino que hace un viaje en moto y que durante su travesía cambia su mentalidad (romanticismo exaltado por la fotografía del paisaje, la música y la presencia de un Gael García Bernal idealizado por las muchachas), en Ché el argentino el planteamiento no es nada romántico y descansa sobre todo en textos escritos por el propio Ché.

No duda Soderbergh en incluir el fragmento del discurso ante la ONU donde el Ché mismo admite los fusilamientos en la isla y que continuarán ocurriendo. Tampoco se ahorra escenas en cuanto a la disciplina a los combatientes ni tampoco los pequeños detalles de carácter ideológico, como las alianzas “estratégicas” con ciertos partidos políticos que realiza Fidel, para lograr la toma del poder y con los cuales el Ché no está muy de acuerdo.

Me queda la duda de si alguien que no tiene cierto bagaje político pueda captar a plenitud el marco histórico de la época. Tres personas se salieron de la sala durante la película y me pregunté si fue que “se aburrieron”, si la sintieron “pesada” a nivel político. También me pregunto, si uno va a ver una película sobre el Ché, ¿qué es lo que espera? ¿Bombas, explosiones, acción militar sin fin y sin fundamento? ¿Chismes románticos? ¿O un nuevo Diarios de motocicleta, algo más ligera en su planteamiento?

Me parece que a pesar del contenido ideológico, la película se equilibra con momentos de humor y de drama humano. Y me causó asombro que los fragmentos seleccionados del material del Ché siguen teniendo vigencia al día de hoy.

Por lo demás, y de seguro, la película da para mucha reflexión, desde muchos ángulos. En lo personal, se me revolvieron muchísimos recuerdos personales de los años previos a la guerra y de la guerra misma. A fin de cuentas, sentada en aquella sola oscura, pensé que en aquel tiempo, mal que bien, equivocados o no, creímos en algo.


Y lo creímos con intensidad y entrega y seguramente, también, con excesivas dosis de ingenuidad. Hoy en día, ¿en qué se puede creer en un mundo lleno de artimañas, mercantilismo e indiferencia; en un mundo en el que, cada día más, nos estamos dejando dominar por el miedo que nos produce la violencia en todas sus variantes y que vivimos encerrados en nuestras burbujas individuales, volteando el rostro para no comprometernos con nada ni nadie?

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