viernes, 13 de noviembre de 2009

El caso de la orangutana




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No recuerdo bien, pero alguna vez, hace buen tiempo atrás, me llegó un mail en donde me contaban la anécdota de una orangutana.

El cuento era de verdad, aunque parezca chafa. La "orangutana", no es un término necesariamente peyorativo para referirse a una mujer. Hay algunos que las llaman yeguas o potrancas, hasta de rinocerontas he podido escuchar que tratan a algunas mujeres. Yo en lo personal no puedo, ni tampoco osaría llamarles orangutana, aún cuando guardo los términos en mi mente.

y es que de pronto me pongo a penar que algunas personas, muchas veces, han de pensar en llamrme con peores vocablos al evocar cosas de mi y por consideración se las han de guardar.

Decía qué… recordaba la anécdota de una orangutana cautiva que trabajaba en un bar de Bangkok, Tailandia, una concurrida taberna-cabaret llamadaa "Milwaukee". Tal vez no era Milwaukee, pero quisiera imaginar que así era, pos para esa región es un nombre exótico y quisiera enriquecer la anécdota y que no sólo quedara en la simpleza de mi memoria. La orangutana era muy graciosa, oriunda de Borneo, su caracter era sencillo y jovial, la vestían con atuendos propios de prostituta, le enseñaron a entornar los ojos, maquillarse los labios, y la enseñaron a beber y fumar, para divertir a los clientes. En este instante no recuerdo el nombre de la orangutana, pero creo que la llamaré "Kenia" ya que no es un mal nombre. Kenia pedía sus bebidas al cantinero, pedía a los clientes que prendieran sus cigarros, y durante incontables noches –a cambio de maní–, escuchaba a los borrachos y sus anécdotas tristes, eternamente vacías y pasadas de moda. Anécdotas que envejecían como se consumen las cenizas de un cigarrillo.

Unos años después, un activista por los derechos de los animales, se enteró de la existencia de Kenia y su aberrante vida. Armánsose de valor, aunó fuerzas de compasión, y decidido entró al establecimiento con un grupo de amigos, y antes de que nadie pudiera reaccionar tomaron a Kenia de la mano y se la llevaron a un refugio. El refugio era un buen lugar, donde cuidaban y rehabilitaban a animales, rescatados del maltrato y el abuso, pero creo que jamás imaginaron la historia de Kenia.



Cuando la orangutana se sintió protegida les relato su triste vida en el burdel, les contó cuántos borrachos había escuchado, cuantas cervezas se había tomado y cuántos cigarros se había fumado, por un puñado de maní, las personas no lo podían creer. Kenia se la pasaba temblando y se enfurecía constantemente, por la necesidad de tener la nicotina o el alcohol.

Maltrataba a otros animales, a sus cuidadores, y luego se sentaba en silencio durante largas horas, mientras sus manos y sus hombros se movían inquietos, mirando a una pared, tratando –creo– de reorganizar su vida.


y nues por nada amigos, pero a veces, así me siento cuando compro mi línea de coca y mis porros de marijuana y me aparto a disfrutarlos en solitario. jajajaja

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1 comentario:

Insisto... dijo...

shu!!!me saliste bastante orangutan para tus cosas ajjaja...¿te habrás prostituido también por un porro? jajajaja

fili' navida'


te debo el regalo ;)