domingo, 9 de mayo de 2010

Don Miguel Ruiz y sus cuatro acuerdos

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Duende: -Hola Cecy!! ¿qué andas haciendo por aquí?

Cecy: - mirando che...

Duende: ¿y qué más?

Cecy: -pues para ver sí en algo me puedo poner de acuerdo contigo, che¡

Duende: -umm, muy a ti nada, pues hoy estamos de acuerdos piba...

Cecy: -si che duende, si ya somos amigos, por ende acordemos de acordarnos siempre de nuestra amistad

Duende: jejeje... hecho piba, vos sos mas cuerda que cualquier acuerdo, lo que has dicho me recuerda, que como nos amamos nos domesticamos, ¿no es cierto?

Cecy: más que de acuerdo... vos si pareciera que me conocés... jaja ¿qué tal si leemos, pues...?



Los Cuatro Acuerdos del maestro Miguel Ruiz



Un libro de sabiduría tolteca

Estos que a continuación les transcribo son en esencia y síntesis los acuerdos:


..........El Primer Acuerdo: Sé impecable con tus palabras

..........El Segundo Acuerdo: No te tomes nada personalmente

..........El Tercer Acuerdo: No hagas suposiciones

..........El Cuarto Acuerdo: Haz siempre tu máximo esfuerzo


Los toltecas

Hace miles de años los toltecas eran conocidos en todo el sur de México como «mujeres y hombres de conocimiento». Los antropólogos han definido a los toltecas como una nación o una raza, pero, de hecho, eran científicos y artistas que formaron una sociedad para estudiar y conservar el conocimiento espiritual y las prácticas de sus antepasados. Formaron una comunidad de maestros (naguales) y estudiantes en Teotihuacan, la ciudad de las pirámides en las afueras de Ciudad de México, conocida como el lugar en el que «el hombre se convierte en Dios».

A lo largo de los milenios los naguales se vieron forzados a esconder su sabiduría ancestral y a mantener su existencia en secreto. La conquista europea, unida a un agresivo mal uso del poder personal por parte de algunos aprendices, hizo necesario proteger el conocimiento de aquellos que no estaban preparados para utilizarlo con buen juicio, o que hubieran podido usarlo mal intencionadamente para obtener un beneficio personal.

Por fortuna, el conocimiento esotérico tolteca fue conservado y transmitido de una generación a otra por distintos linajes de naguales. Aunque permaneció oculto en el secreto durante cientos de años, las antiguas profecías vaticinaban que llegaría el momento en el que sería necesario devolver la sabiduría a la gente.

Ahora, el doctor Miguel Ruiz, un nagual del linaje de los Guerreros del Águila, ha sido guiado para divulgar las poderosas enseñanzas de los toltecas.

El conocimiento tolteca surge de la misma unidad esencial de la verdad de la que parten todas las tradiciones esotéricas sagradas del mundo. Aunque no es una religión, respeta a todos los maestros espirituales que han enseñado en la Tierra, y, si bien abarca el espíritu, resulta más preciso describirlo como una manera de vivir que se distingue por su fácil acceso a la felicidad y el amor.


Espejo Humeante

Hace tres mil años había un ser humano, igual que tú y que yo, que vivía cerca de una ciudad rodeada de montañas. Este ser humano estudiaba para convertirse en un chamán, para aprender el conocimiento de sus ancestros, pero no estaba totalmente de acuerdo con todo lo que aprendía. En su corazón sentía que debía de haber algo más.

Un día, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio cuerpo durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena. El cielo estaba despejado y vio una infinidad de estrellas. Entonces, algo sucedió en su interior que transformó su vida para siempre. Se miró las manos, sintió su cuerpo y oyó su propia voz que decía: «Estoy hecho de luz; estoy hecho de estrellas».

Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que no son las estrellas las que crean la luz, sino que es la luz la que crea las estrellas. «Todo está hecho de códigos de luz realizando estructuras de información en 10 dimensiones–dijo–, y el espacio de en medio no está vacío.» Y supo que todo lo que existe es un ser viviente, y que la luz es la mensajera de la vida, porque está viva y contiene toda la información.

Entonces se dio cuenta de que, aunque estaba hecho de estrellas, él no era esas estrellas. «Estoy en medio de las estrellas», pensó. Así que llamó a las estrellas el tonal y a la luz que había entre las estrellas el nagual, y supo que lo que creaba la armonía y el espacio entre ambos es la fuerza de la Vida o Intento de estructuracion. Sin Vida, el tonal y el nagual no existirían. La Vida es la fuerza de lo absoluto, lo supremo, la Creadora de todas las cosas.

Esto es lo que descubrió: todo lo que existe es una manifestación del ser viviente al que llamamos Dios; todas las cosas son Dios. Y llegó a la conclusión de que la percepción humana es sólo códigos de luz que percibe, decodificando códigos de luz.

También se dio cuenta de que la materia toda es un lenguaje formulado con signos de luz y reflejados en un espejo, (el espejo de la mente) –todo es un espejo que refleja luz y crea imágenes de esa luz–, y el mundo de la ilusión, el Sueño, es tan sólo como un humo que nos impide ver lo que realmente somos. «Lo que realmente somos es puro amor, pura luz», dijo.

Este descubrimiento cambió su vida. Una vez supo lo que en verdad era, miró a su alrededor y vio a otros seres humanos y al resto de la naturaleza, y le asombró lo que vio. Se vio a sí mismo en todas las cosas: en cada ser humano, en cada animal, en cada árbol, en el agua, en la lluvia, en las nubes, en la Tierra... Y vio que la Vida mezclaba el tonal y el nagual de distintas maneras para crear millones de manifestaciones de Vida.

En esos instantes lo comprendió todo. Se sentía entusiasmado y su corazón rebosaba paz. Estaba impaciente por revelar a su gente lo que había descubierto. Pero no había palabras para explicarlo. Intentó describirlo a los demás, pero no lo entendían. Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus ojos y de su voz. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre nada ni nadie. Ya no se parecía a nadie.

El los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo comprendía. Creyeron que era una encarnación de Dios; al oírlo, él sonrió y dijo: «Es cierto. Soy Dios. Pero vosotros también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz. Somos Dios». Pero la gente seguía sin entenderlo.

Había descubierto que era un espejo para los demás, un espejo en el que podía verse a sí mismo. «Cada uno es un espejo», dijo. Se veía en todos, pero nadie se veía a sí mismo en él. Y comprendió que todos soñaban, pero sin tener consciencia de ello, sin saber lo que realmente eran. No podían verse a ellos mismos en él porque había un muro de niebla o humo entre los espejos. Y ese muro de niebla estaba construido por la interpretación de las imágenes de luz: el Sueño de los seres humanos.

Entonces supo que pronto olvidaría todo lo que había aprendido. Quería acordarse de todas las visiones que había tenido, así que decidió llamarse a sí mismo «Espejo Humeante» para recordar siempre que la materia es un espejo y que el humo que hay en medio es lo que nos impide saber qué somos. Y dijo: «Soy Espejo Humeante porque me veo en todos vosotros, pero no nos reconocemos mutuamente por el humo que hay entre nosotros. Ese humo es el Sueño, y el espejo eres tú, el soñador».

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3 comentarios:

Cecy dijo...

Querido duende.
Los cuatro acuerdos que acabamos de leer juntos, tienen la significación concreta de abrir los sentidos para poder mirar y ver mas allá de nuestras narices. El humo que hay entre nosotros es la simple interferencia que a veces hace un poquito de ruido, tambien aprendamos a escuchar que es mas importante que hablar.
Soñar es parte de la vida, cuando uno descansa y tambien están los sueños despiertos esos que necesitamos como alimento para nuestra alma.
Dudo de mi cordura como de la locura, camino por los margenes, no me gusta estar etiquetada.
Así que Pibito con todo mi amor a vos y al duende, sigamos jugando, respirando, soñando. Aunque haya noches que los fantasmas vienen a tocarnos las palmas.

Inmenso abrazo, honor estar dialogando contigo.
Y no hace falta decirte que te quiero.

Cecy dijo...

Abierto el dialogo.
Lo de che! ja me hizo reír, la verdad que yo lo uso muy poco.

Lety Ricardez dijo...

Hoa Duende, mi gratitud para tí y sabes, me adhiero a los cuatro acuerdos. Me complacen en verdad. Ya me he anotado contigo, gracias por hacer lo mismo en mi casa que es la tuya. Saludos cordiales